Piel de cordero


Todavía resuenan en el panorama internacional y nacional los ecos de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Este primer asalto se ha saldado con la victoria del socialismo y el triunfo de la extrema derecha, porque, pese a ganar el socialista Hollande, el partido de la derecha radical, el Frente Nacional de Marine Le Pen, obtuvo la extraordinaria cifra de 6,4 millones de votos. La hija del histórico Juan María (o Jean-Marie) contabilizó tan solo 600.000 votos menos que el Partido Socialista de Rubalcaba en las últimas elecciones generales de 2011. 

Tras las elecciones francesas, han saltado las alarmas por el avance de la ultraderecha en Europa. Al caso francés se suma el avance experimentado por estas fuerzas en países como Holanda, Dinamarca, Finlandia y otros tantos de Centroeuropa. El incremento de partidos autoritarios y xenófobos es preocupante porque ofrece una realidad más cercana a una sociedad del siglo XIX más que del XXI. Pero más peligrosos que las fuerzas de ultraderecha son los partidos conservadores europeos que, bajo la fachada centrista y moderada, asumen líneas programáticas de la extrema derecha para engrosar su lista de votantes. 

Estos son los piel de cordero. Aquellos que en campaña electoral parecen inofensivos pero cuando alcanza el poder se transforman, abren la tijera y cercenan cualquier atisbo que huele a equidad. Los mismos que, con el cetro en mano, no esconden su intención de cumplir unas cifras de déficit impuestas pese a quien pese y sin importar el coste humano que supone. En España los piel de cordero han llegado y se han instalado cómodamente en el poder. 

Son los mismos que propugnaban la igualdad y la libertad a los cuatro vientos semanas antes de las votaciones, los que ahora adoptan un ideario más parecido al Frente Nacional Le Peniano que a un partido de centro derecha. Para muestra, un botón. En el programa político de Le Pen se aboga, entre sus múltiples principios, por un estado fuerte, alejado de localismos y regionalismos. Casualmente, en los últimos meses el gobierno de España está restando competencias a las soberanías de las autonomías mientras se está reforzando la administración central. Curioso. 

Pero hay más, mucho más. Quizás aún no se haya percatado de ello. No se preocupe, no es su responsabilidad, los piel de cordero actúan de forma sibilina, casi de soslayo. No suelen manifestar en público sus verdaderas intenciones. Aunque a veces, por exceso de confianza, lo hacen. Es entonces cuando el ciudadano se percata y se pregunta si no se equivocaría de papeleta en las elecciones. 

La criminalización de los inmigrantes ha sido la última nueva de los piel de cordero. Señalar a los irregulares como culpables del excesivo gasto sanitario y retirarles la tarjeta sanitaria es un guiño más que evidente a su electorado de extrema derecha. Máxime cuando las cifras no encajan y desde el Gobierno se conoce que el grueso del déficit sanitario corresponde al turismo sanitario comunitario procedente de las grandes naciones europeas, mientras el coste por la atención sanitaria a inmigrantes irregulares es mínima. Pero había que buscar una cabeza de tuco. 

Los piel de cordero han movido ficha. Han contentado a sus radicales. Ahora volverán a su apariencia centrista durante algún tiempo. Pero reincidirán y de nuevo abordarán su programa oculto. Los partidos de extrema derecha tienen muchos inconvenientes pero cuentan con una gran ventaja: enarbolan su bandera y se reconocen fácilmente. En cambio, los piel de cordero se camuflan entre la masa. Usted ya los conoce. Por eso, siga atando cabos y desentrañando pistas porque probablemente se sorprenderá de las intenciones de aquellos que, en los últimos comicios, fueron alzados por más de diez millones de votos.


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